lunes, 13 de septiembre de 2010

Escándalo por presunta agresión de productor de cine a periodista a la salida de bar en Bogotá

Carolina Celis denunció en 'La W' que el pasado 4 de septiembre, a la salida de un reconocido bar en la calle 81 en Bogotá, tuvo un enfrentamiento con Ricardo Ayala, productor de Chiquita Films.

Según Celis, la disputa se originó a eso de las 3 de la mañana por unas empanadas.

La periodista relató que Ayala se encontraba en estado de alicoramiento y se molestó porque ella compró las últimas empanadas en un puesto de venta.

En medio de la discusión, cuenta Celis, el productor de cine agarró una botella y la rompió contra la cabeza de uno de los amigos de la periodista y luego le cortó la cara a ella, dejándole una herida de ocho centímetros.

Carolina Celis cuenta que ha intentado una conciliación para evitar que el caso se vaya a juicio, pero Ayala no ha respondido. "Esta semana mis abogados estuvieron en contacto con él y tratamos de llegar a una conciliación, pero no hemos obtenido respuesta", señala.

La periodista explica que ella denunció a Ayala por lesiones personales agravadas e indica que quiere una indemnización económica por los daños ocasionados.

"El sábado me hicieron una cirugía plástica reconstructiva. Yo tengo sin sensibilidad el labio inferior y tal vez necesite dos intervenciones más para que quede bien. Puede que no pueda volver a mover la boca correctamente", dice Celis

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¿28 años después, por fin nos puede contar quiénes eran los 'enemigos agazapados de la paz'?

El pensador, humanista y ex ministro Otto Morales Benítez, con María Isabel Rueda.

¿Doctor Otto, cuántos años es que está cumpliendo?

El 7 de agosto cumplí 90. Pero yo no me doy cuenta porque no los he sumado (¡Ja Ja Ja Ja!)

¡Cómo me alegra oírlo riéndose con la carcajada de siempre, que es la más famosa de Colombia! ¿Usted nació con esa risa?

Sí, sí. Toda la vida he hablado muy duro y me he reído muy duro. Nací en una región minera, y como las minas tienen pisones que golpean duro para separar el oro o moler la piedra, todo el mundo habla muy duro y yo heredé ese tono. La risa y la alegría las heredé de mi papá. Siempre recuerdo un consejo que me dio de joven: 'Vea mijo, hay tres cosas de las cuales la gente se muere, aunque dure parada cien años: el juego, la minería y la empleomanía'.

¿Cuántos libros completa ya?

He publicado hasta ahora 128 libros y tengo 40 inéditos. Estoy buscando editor. Si sabe de alguno... (¡Ja Ja Ja Ja!)

¿Y cuántos libros se han escrito sobre usted?

Trece libros, más una biografía que prepara el historiador Antonio Cacua Prada, una torre de papel que tiene 3.800 páginas. Escogé un tecito de esta caja...

Me quedo con este de manzanilla.... ¿Cómo es eso de que usted es el único colombiano vivo que tiene una cátedra dedicada a su pensamiento?

Pues sí, ¿cómo le parece?...Hay una cátedra en la universidad de Pereira en la que profesores se dedican a estudiar mi pensamiento. De ello han salido tres libros, y vamos para el cuarto.

¿Cuántos cuartos de esta casa tiene dedicados a su biblioteca?

Cinco, más el baño y el garaje.

¿Cuántas veces fue ministro?

Dos veces. La historia comienza cuando Alberto Lleras regresa de la OEA para asumir la rectoría de los Andes, y se niega a volver a hablar de política nacional. Decía que los rectores deben tener muy claras sus ideas doctrinarias, pero no las deben exponer, para no mortificar a los estudiantes, que pueden tener otra tendencia. Y porque si un rector se mete en política, no puede repartir ciencia. Rojas Pinilla cerró entonces EL TIEMPO, y me nombraron en un comité para rendirle un homenaje a Eduardo Santos, su director. A mí se me ocurrió que el orador fuera Alberto Lleras, por su altura moral, jurídica, literaria, política. Inmediatamente me dijeron: '¡Pero es que él no habla de política!' Yo sin embargo fui a pedírselo. Él tocó un timbre y le dictó una carta a su secretaria que decía así: 'Señores del consejo directivo de la Universidad de los Andes, he aceptado pronunciar el discurso del homenaje a Eduardo Santos. Punto. A partir de hoy comienzo a pensar políticamente. Y por lo tanto les solicito que encarguen a alguien de la rectoría. Alberto Lleras'.

¿Y cuando lo nombra Ministro?

Se iba a hacer la Convención Liberal, en Medellín. El doctor Alfonso López Pumarejo tenía que ir a explicar la política del Frente Nacional, que acababa de proponer en el Restaurante Temel, durante el homenaje a Eduardo Santos. La gente comenzó a gritar: '¡Que hable López!' Esto nunca lo he contado antes. Él se levantó y dijo: 'Lo que voy a decir no les va a gustar a los liberales'. En ese momento la violencia estaba en un auge monstruoso, había seis muertos todos los días en cada pueblo. Y López dijo: 'Si queremos volver a la democracia, hay que hacer un acuerdo con los conservadores. Y para eso tenemos que comprometernos a votar por un candidato conservador a la presidencia'. ¡Imagínese la rechifla que hubo allá! Los liberales gritaban: '¡Noooo!' Qué cosa tan horrible. Pues echó toda la tesis del Frente Nacional un año antes de que se firmara.

Según este cuento, que nunca había contado, la idea original del Frente Nacional fue de López Pumarejo y no de Laureano ni de Alberto Lleras...

Fue de él. Pero Rojas, que era dictador en ese momento, no dejó viajar a López a Medellín. Nombraron a Alberto Lleras jefe único del Partido Liberal y él me nombró secretario general. Cuando le dije que era un honor, él me aclaró: 'No, doctor Otto, yo no le estoy haciendo ningún homenaje, sino ofreciéndole un pistoletazo o un carcelazo, según lo que prefiera Rojas Pinilla'. Y yo le respondí: 'Pues acepto cualquiera de esas dos cosas'. Cayó Rojas, y ya como Presidente, me nombró Ministro del Trabajo, donde alcancé a dejar escrito un código completo que mi sucesor dejó morir porque no estaba enterado. Y luego, como hubo una crisis política muy grande porque Gilberto Alzate y Ospina Pérez le ganaron las elecciones a Laureano, había que sacar a los ministros de Laureano para nombrar a unos ospinistas y alzatistas. En ese cuadre a mí me pasaron al Ministerio de Agricultura. Y me enteré porque Lleras lo anunció en un discurso.

Le cuento que, para esta entrevista, traigo una misión: averiguar por qué usted, que fue comisionado de paz en el Gobierno de Belisario Betancur, un buen día renunció y la única explicación que dio fue que había 'enemigos agazapados' de la paz. Esa frase hizo historia. 28 años después, ¿nos puede contar quiénes eran?

Carlos Lleras presidía la Comisión de paz, pero se enfermó y se tuvo que ir para Boston. Cuando al otro día mi señora leyó en EL TIEMPO que la posición había quedado vacante, me dijo: '¡Levantaste puesto!' Y yo le pregunté: '¿Por qué dices eso, mija?' A lo cual ella respondió: 'Porque como en ese no pagan, fijo que ahí te nombran a vos'. ¡Ja Ja Ja Ja!

¡Y lo nombraron! ¿Cuáles eran sus instrucciones?

Yo le pedí al Presidente que me dejara ensayar algo que nunca se había ensayado: conversar con Tirofijo.

¿Y es que usted lo conocía?

Sí. Lo había conocido en Génova, Caldas (hoy, Quindío). El papá era jefe liberal, de esos jefes de tienda que buscaban las gentes de las veredas para que explicaran qué estaba pasando en el país. Yo iba a esa tienda y allá se sentaba Tirofijo, muy joven, como de 17 años, y hablaba siempre conmigo. En una de esas me dijo: '¡Doctor, lo escuché exponer la política de paz, y eso es una pendejada! ¡Así nos van a acabar los godos! ¡La policía, el ejército y los pájaros nos están asesinando! Espérese y verá que ahí bajan dos tíos míos, a los que acaban de asesinar'. Y efectivamente en mulas entraron ocho cadáveres amarrados de unas enjalmas. '¿Sí está viendo?', me dijo, 'así van a acabar con todos nosotros'.

¿Y lo volvió a ver?

Años después fui a Chaparral, cuando Alberto Lleras me nombró en la Comisión Investigadora de las causas de la violencia. Eso estaba lleno de guerrilla. Allí se encontraban el general Loaiza, 'Mariachi', 'Peligro', y los comunistas que pelaban contra los liberales. Yo iba en mula (soy bueno pa' eso) me salió a saludar Tirofijo. Y me dijo que estaba visitando al general Loaiza, pero que no se me ocurriera preguntar por qué Loaiza se había metido a la guerrilla.

¿Y se atrevió?

¡Síiiii! Metí la pata. Tirofijo no me quiso contar, así que fue el dueño de la finca, Alfonso Jaramillo, el que me contó que Loaiza, un hombre muy rico, tenía la esposa y las hijas más lindas de la región. Un día llegó la Policía y en su presencia abusaron de todas las mujeres y luego se las robaron. Nunca volvieron a aparecer. Y entonces Loaiza organizó la vereda. Así fue. Ahí mismo cogí a 'Mariachi' a un ladito y le pregunté que él por qué había entrado a la guerrilla. Y me contestó: 'Porque la policía me violó a la novia que yo tenía. Me iba a casar con ella, y me la estropearon sexualmente'.

¡Qué barbaridad!

Pasa el tiempo, me nombran en la comisión, y un día tomé un taxi en la calle. El chofer me preguntó: '¿Usted es el doctor Otto? Y me notificó que me traía una carta que me mandaba Tirofijo. En ella decía que estaban muy contentos de que hubiera aceptado la presidencia de la comisión, y me preguntaba si yo aceptaría reunirme con él.

¿Y se reunió?

Pues ahí mismo le contesté que sí. A los tres días me mandaron otra cartica en la que me decían que me consiguiera una camioneta que no fuera del Gobierno y me llevara a unos pocos de la comisión. ¿Yo de dónde sacaba una camioneta así? Me acordé que Jorge Cárdenas me había dicho unos días antes: '¡Reíte de la camioneta que compré para ir a la finca!'.

No me diga que se la pidió prestada...

Sí, e inmediatamente me dijo: 'la camioneta es tuya', a pesar de que yo le advertí que nadie se la iba a pagar si se la robaban. Y nos fuimos con John Agudelo, Rafael Rivas Posada, y Alberto Rojas Puyo para La Uribe. Tuvimos que subir unas faldas horribles. Nos alojaron en una casita durante cuatro días. Caminé mucho por esos potreros con Tirofijo.

¿Y para qué lo había citado?

Tenía ganas de proponer algo, porque pensaba que "ustedes no nos van a ganar, pero nosotros tampoco". Aunque él tenía claro que no podría nunca llegar a hacer política, porque a él le acomodaban cien mil muertos. Ahí mismo firmamos un acuerdo.

Primera noticia de ese acuerdo con Tirofijo. ¿Y en qué consistía?

En que ellos se comprometían a no volver a secuestrar a una persona, que no volverían a atacar a los pueblos, y que entraban en negociación para llegar a un entendimiento de paz. De ahí se desprendieron las pocas cosas que se lograron en los Gobiernos siguientes.

¿Y le devolvió el carro al doctor Jorge Cárdenas?

¡Sí! Me vine corriendo a donde un amigo que arreglaba los carros de la casa, porque eso venía lleno de polvo, la cosa más horrible, y le dije que le brillara hasta las llantas... Esa fue la primera vez que se habló de un entendimiento político con las Farc. Y avanzamos mucho. Por cierto, yo iba y venía mucho haciendo ese trabajo. Entonces mi nieta María Adelaida le pregunta al hermano, que como era el mayor, era el sabio: '¿Pedro Alejandro, quiénes son los guerrilleros?'. Y él le contesta con toda propiedad: 'unos amigos que el abuelito tiene para conversar'...

Pero todavía no me dice quiénes eran los 'enemigos agazapados de la paz' que se tiraron todo....

Pues a esa política le salieron muchos enemigos. Básicamente, la clase empresarial colombiana. Los que eran amigos comienzan a llamar a Belisario o a llamarme a mí... Hubo una fiesta en el Jockey por esos días y recuerdo que toda la noche la pasé insultado.

¡Cual Piedad Córdoba!

Síiii! Y los que se me arrimaban me decían en esa fiesta: Carajo, usted es un sinvergüenza, un vagabundo, cómo va a hablar con esos tipos! Una cosa muy fuerte. Y dentro del Gobierno también había ministros a los que eso también les parecía una cosa inaceptable.

¿Podemos saber los nombres de esos ministros agazapados?

No.

Pues no es sino examinar el gabinete de la época...

Entonces le pasé una carta a Belisario diciéndole que no podía seguir en eso, porque la paz tenía enemigos agazapados dentro y fuera del Gobierno.

Pues esa frase la citan todavía...

A cada rato. La gente pensó que los enemigos agazapados estaban en el Ejército, y la verdad es que nunca tuve problema con ellos. Entendían lo que se estaba haciendo y me ayudaron en todo.

Usted que conoció personalmente a Eduardo Santos: ¿cómo era el tío abuelo del actual Presidente?

Alberto Lleras escribió dos editoriales diciendo que el mejor presidente de la república liberal fue Eduardo Santos, a pesar de que Lleras era el gran expositor de las tesis de López.

¿Y por qué pensaba eso?

Por el equilibrio de Santos. Gran razonador, gran orador, no de plaza pública como Gaitán o Turbay, sino de una voz afelpada. Con una visión muy liberal del país. Sumamente liberal. Todo lo que propuso fue positivo. Desde la justicia laboral hasta la creación del Ministerio de Salud, que lo acabaron, y la política internacional. Santos tuvo dos momentos culminantes en su vida de Gobierno. Uno, cuando el pacto cafetero. Era la Segunda Guerra Mundial y el mayor comprador de café era Alemania y no se pudo volver a vender un grano. Santos era amigo de Franklin Delano Roosevelt y le dijo que él tenía que salvar esa industria. Y entonces se firmó el pacto de cuotas, que ha sido salvador durante los últimos 40 años. Y además, cuentan que Santos le sugirió a Roosevelt que ordenara darles café a todos los ejércitos suyos en EE. UU. y en Europa, y así se salvó la industria cafetera.

¿Y la otra?

Acababa de pasar la Conferencia de Yalta, y había quedado una frase equívoca con la cual se podría haber destruido a la OEA. Para salvarla, Santos fue a hablar con Roosevelt y organizaron la reunión de Chapultepec, que la presidió por la comisión colombiana Alberto Lleras. Así se salvó la OEA.

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