miércoles, 28 de marzo de 2012

Evacuaron dos edificios de la UIS por desmanes de encapuchados

Jóvenes con rostros cubieros lanzaron 'papas-bomba' en áreas del campus. No se suspenden clases.

Los edificios de Ciencias Humanas y Camilo Torres de la Universidad Industrial de Santander (UIS), fueron evacuados después de que un grupo de jóvenes que tenían cubiertos sus rostros cubiertos llegaron hasta esas áreas del campus y lanzaron decenas de explosivos conocidos como 'papas-bomba'.

Aunque los dos edificios fueron evacuados, las actividades allí se restablecerán esta tarde, mientras las clases y el trabajo administrativo se desarrollan en normalidad.

Hace tres semanas desconocidos abandonaron en un pasillo un explosivo oculto en una cesta de aseo que al accionarse afectó levemente a una secretaria y una estudiante que transitaban por el sitio.

Unidades antiexplosivos del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) realizan inspecciones en los edificios para descartar la presencia de más 'papas-bomba'.

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jueves, 22 de marzo de 2012

La historia del hombre que sembrhttp://www.blogger.com/img/blank.gifó el terror y cosechó algunas risas

Es colombiano, se llama Jairo Pinilla y desde los 70 se ha dedicado al cine de horror.

Jairo Pinilla Téllez tiene un Óscar. La estatua del hombrecillo dorado reposa sobre un pequeño altar, justo al lado de un par de imágenes de la Virgen, una de Jesús, una veladora y un bombillo que irradia una luz amarilla. Sí, Jairo Pinilla tiene un Óscar, una vieja réplica que, pelada y sucia, se yergue al lado del Mesías y se codea con la madre de Dios.

También tiene una cédula que certifica 70 años edad, una nariz grande y afilada, los ojos rojos, el peinado inflado al estilo rockabilly -como el de John Travolta en Grease- y una filmografía que supera las 40 películas de terror y ciencia ficción, que han sido calificadas como 'bodrios' por unos y como obras de arte por otros. Jairo, el director freak, el director de culto, prende un cigarrillo, mira la estatuilla y gruñe.

Gruñe con voz metálica, pedregosa, su garganta es una mezcladora de cemento cortesía de 50 años de nicotina. "Sí, a mí me han comparado con Ed Wood -el peor director de cine de la historia-, pero también con Spielberg", dispara, da una calada y expira la niebla densa del tabaco.

Extraña criatura

Un fugaz tráiler de la vida de Jairo Pinilla: nació en 1942 en un hospital de Cali, hijo de un ama de casa y un capitán del ejército. Tres años después se mudó -lo mudaron- a Bogotá y vivió en el barrio Santa Bárbara, en el centro de la ciudad y creció con las limitaciones de una familia que apenas rozaba la clase media -"no era jai", explica-. A los siete años vio su primera película y se fascinó: El ladrón de Bagdad, en el teatro Colombia, hoy el Jorge Eliécer Gaitán: "Había un gigante, un caballo volando, cosas berraquísimas".

En la niñez fue seguidor de las aventuras de El Santo, el enmascarado de plata, y dibujó y escribió sus propias historietas. En la juventud arregló radios y televisores para ir todos los días a cine y ver a Pedro Infante y Jorge Negrete, y cuando el dinero no era suficiente para la entrada tomaba decisiones difíciles como sacarse las muelas con dolor para ahorrarse el dinero de la anestesia y pagar el boleto -se lleva el dedo índice a la boca, lo mete profundo, escarba y señala un par de huecos en ambos costados de su mandíbula-.

Cuando cumplió 20 se graduó como ingeniero electrónico y fue contratado por la compañía Burroughs, viajó a México a capacitarse y conoció los estudios de grabación de ese país y fue "más feliz que una mica en un pesebre". A los 21 decidió que quería ser director, pero cuando regresó fue vendedor y se convenció de la máxima mercantil que más tarde aplicaría al cine: "A la gente hay que darle lo que quiere". Tuvo cuatro hijos, se casó dos veces, enviudó. En 1971 grabó su primer filme y desde entonces no se ha detenido. Llenó salas de cine, las filas dieron la vuelta a la manzana, hablaron de su trabajo en programas de televisión -desde Otto Greiffenstein, pasando por Armando Plata Camacho, hasta Jota Mario-, en los medios lo aplaudieron y también se rieron. Hoy completa cuatro décadas en las que cada día ha despertado y decidido que triunfará.

Misteriosa obsesión

Barrio El Tunal, conjunto cerrado de ladrillo, apartamento en un primer piso. Cae una llovizna leve, espolvoreada. No hay tormenta ni centellas ni vientos que chiflan fantasmagóricos. Solo está Pinilla fumando y sonriendo, parado frente a la entrada como cualquier paisano esperando la visita. Pinilla sin misterio.

Apenas abre la puerta sale -atropella- un fuerte olor: encierro, aire viejo y reposado, mezclado con un poco de humedad, residuos de comida y el mismo aroma de su único inquilino. En el apartamento del director hay poco. Su residencia es un espacio mínimo de dos habitaciones, una cocina, un baño y un pequeño estudio, decorado con frutas de plástico sobre el comedor, una radio antigua, flores artificiales, utilería.

Jairo no sale mucho, pasa los días en estos 50 metros cuadrados a veces editando videos, a veces cocinando, a veces durmiendo y, sobre todo, recordando. Repasar su vida es una de sus actividades favoritas: "A mí me embargó Focine", "yo llené teatros", "me ridiculizaron", "yo aprendí solo", "fui pionero", suelta cada tanto, hace énfasis, cambia el tono de la voz, abre los ojos, hace su puesta en escena y queda claro que para él 'público' pueden ser mil personas en un teatro o una sentada en su sala.

Terror en el cinema

Jairo sabe exactamente qué son la fama y la infamia. Desde que dijo "acción", sus películas son tema controvertido. Sus historias llenas de cadáveres, fantasmas, científicos locos, monstruos, posesiones diabólicas y extraterrestres, son verdaderas rarezas en la ecuatorial cinematografía nacional. Rarezas artesanales y de bajo presupuesto. Rarezas que pueden producir -por sus disparatados argumentos, actores naturales y efectos visuales (precarios pero ingeniosos)- tantos sobresaltos como hilaridad. "En las películas de Pinilla si el horror no está garantizado, la carcajada sí", dice el crítico de cine Hugo Chaparro.

Algunos títulos de viejas carteleras: Funeral siniestro, un filme de madrastra malvada, apariciones y brujería; 27 horas con la muerte, la historia de un matrimonio de embaucadores que juega peligrosamente con la parca; Área maldita, una cinta con muchos disparos y una serpiente marihuanera (sí, marihuanera) que asesina a cuanto fumador de cannabis se atraviesa en su camino; Triángulo de oro, sobre una isla misteriosa, con monstruo y tesoro a bordo, filmada en Panamá, que bien puede ser el ancestro criollo de Lost; y La silla satánica, un mediometraje cuyo argumento se centra en, cómo no, una silla de ruedas asesina. Y eso es apenas la punta del iceberg de su producción. Un fugaz tráiler de su trabajo serie B.

Pero más allá del tema del más allá, el cine de Pinilla es particular por la misma forma en que está hecho: usa doblajes -a los actores les borra la voz original y les pone una nueva-, los 'errores' se convirtieron en parte de su rúbrica

-como planos y contraplanos sin continuidad, en los que, por ejemplo, un actor habla de día y el otro le responde de noche- y suceden cosas en sus historias que, a falta de otra palabra, ya les endilgaron el muy exacto título de 'Pinilladas': héroes que de un disparo de carabina estallan una avioneta o las muertes acrobáticas de sus personajes -tres volteretas antes de fenecer-. "Él no tiene efectos especiales, sino 'defectos' especiales. Sus soluciones son tan únicas, que son la artesanía del cine explícita a morir", dispara Chaparro, y concluye: "Un cine tan imperfecto como el de él causa una curiosidad absoluta. Es una rareza. Él es la mujer barbuda del cine colombiano".

No retroceder, no rendirse

Ja, ja y otra vez ja. Jairo se carcajea. La risotada reverbera. Jairo se ríe mucho y sabe que hay muchos que ríen de él. Le causa gracia su propio recuento de anécdotas. Está sentado y vibra con el espasmo. "Yo he hecho las películas con las uñas, pero me he buscado la manera. En funeral siniestro tuve que meter a un camarógrafo a un hueco en el cementerio, con muerto incluido, para que grabara desde ahí. En Área maldita tuvimos que usar armas de fuego de verdad porque no había de utilería, y usamos balas reales -con la supervisión del F2-, por ejemplo", suelta. En las películas de Pinilla parte del terror es verídico.

El cenicero se llena de colillas estripadas como gusanos secos. En cada conversación el efecto es el mismo. Es Jairo rodeado de bruma, detrás del hilo ascendente de humo, mientras se despacha en quejas y luego lanza una anécdota sobre alguna película. Es Jairo amable sirviendo pocillos grandes de tinto que calienta en el microondas y repitiendo las mismas historias con más o menos los mismos detalles. "Mi primera película se llamó Cita con la época, la hice en 1971, cuando el arcoíris era a blanco y negro. No tenía sonido pero unas monjas me financiaron para que se lo pusiera".

En cada una de sus producciones puso a prueba su habilidad como vendedor. Desde esmeralderos, pasando por dueños de camiones y propietarios de discotecas aportaron dinero para llevar al celuloide el horror sabanero. A cambio, Jairo les dio participación económica de la taquilla y, argumento aún más disuasivo, la posibilidad de aparecer en la gran pantalla. Por eso el reparto de las películas, compuesto principalmente por actores naturales, incluye a los patrocinadores y a sus familias, que gracias al director tuvieron esos warholianos 15 minutos de fama.

Voces del espacio exterior

Algunas opiniones cercanas:

Henry López -amigo inseparable y cineasta-: "Jairo es el rey del suspenso. Con plata o sin plata saca los proyectos adelante, y eso ha sido mi guía para yo hacer lo mismo".

María Cecilia Sánchez -reconocida actriz que participó en la película Un libro de ultratumba (2002)-: "Es un héroe artístico sin proponérselo. La lección de Pinilla es que se puede hacer cine con poco".

Hugo Chaparro -crítico de cine-: "Nadie puede hablar del cine de los 70 y 80 sin hablar de lo que para mí define a Jairo Pinilla: un héroe temerario del cine que se arrojó contra todas las posibilidades técnicas, económicas, de censura".

Diego Chuquin -comunicador social recién egresado que planea hacer una película con Pinilla-: "Me gusta el cine splatter, que es un poco sangriento, y Jairo tiene muchas cosas así. Me gustan mucho sus historias".

Jairo, la venganza

A Jairo le bastan tres pasos cortos para entrar a su estudio de edición: dos sillas, dos computadores, estantes llenos de VHS -Superman, El padrino, Troya, Rambo, El exorcista-, máquinas grabadoras viejas, oxidadas, fierros anacrónicos, ceniceros, revistas. El hombre se acomoda frente al monitor, carraspea, mueve el ratón y le da play a un video. En la pantalla aparecen estrellas a toda velocidad y luego irrumpen letras doradas que forman las palabras Sonofilm Corporation -el nombre de su productora-, la imagen se funde a negro y una voz cavernosa dice: "cementerios, ataúdes, funerarias, muertos y ouijas son los elementos y escenarios utilizados por este tan particular guionista, productor y director de cine colombiano, Jairo Pinilla Téllez". Es la voz del propio Pinilla hablando de su trabajo.

Hoy tiene ganas de dejar claros algunos asuntos, de denunciar a aquellos que él llama -con dramatismo- sus "enemigos". El video muestra apartes de sus realizaciones, detrás de cámaras, las filas para entrar a las funciones de sus películas, recortes de prensa, fragmentos de entrevistas. Las imágenes hablan de un pasado taquillero, cuando sus producciones fueron fenómenos que convocaron masas y se sostuvieron en cartelera durante meses. Pero también hablan de trampas, de envidia, de malas jugadas, de su cuenta pendiente con la desaparecida Focine (Compañía de Fomento Cinematográfico).

El director pone pausa y se despacha: "A mí nunca me ayudaron en nada; me ayudaron a destruirme". Dice que Focine le prestó 10 millones de pesos y que con ese dinero hizo Triángulo de oro (1983) en tiempo récord -en tres meses- y que quiso pagar su deuda con lo que recaudó en taquilla, pero que los intereses elevaron la suma a 14 millones, por lo que decidió utilizar ese dinero y hacer otra película, Extraña regresión

-con la que alcanzó un nuevo pico dentro de sus rarezas cinematográficas: la película era en inglés- y que "el día del estreno embargaron las taquillas y me embargaron a mí, me quitaron mis equipos, la cámara, las películas, me dejaron sin nada".

El amanecer del muerto viviente

Pinilla desapareció. Desde finales de los 80 y durante todos los 90, el director fue un fantasma. Ni sonó ni tronó. Hizo algunas películas que jamás se exhibieron. Las grabó en High 8: El monje sin cabeza, La silla satánica, El brujo, La morgue, entre otras. En ellas actuó Henry López, su aliado en las buenas, las malas y las peores. Si Don Quijote tiene a Sancho, Batman a Robin y Drácula a Igor, Jairo tiene a Henry.

Una elipsis sobre López: es flaco, encorvado, usa una chaqueta negra un par de tallas más grandes y gafas gruesas y torcidas. También es, probablemente, el más férreo admirador de Pinilla. Antes de conocerlo -en 1985- ya sentía cierta fascinación por sus filmes, especialmente por Triángulo de oro, que había capturado su imaginación: "Tenía un corte internacional. Fue hecha en Panamá y hay lucha, pelea, karate", concluirá este fanático de las películas de Jackie Chan. También es un hombre solitario. Y la suma de dos soledades resultó en una compañía. En una compañía cinematográfica. Henry y Jairo llevan 20 años lanzándose bromas, haciendo cine, compartiendo sus penas. Son su mutua tabla de salvación en la salvaje marea de la vida. Jairo estuvo allí cuando a Henry lo dejó su mujer. Henry también acompañó a Jairo cuando enviudó hace 15 años y, más tarde, cuando quiso rehacer su vida con una mujer y la asesinaron. Elipsis superada.

Pero en el 2006 Pinilla regresó de entre los muertos -muchos creyeron que realmente había fallecido-. Luego de un largo silencio, Canal Capital organizó un homenaje para el cineasta que difícilmente pudo tener un nombre y lugar más oportunos: se llamó 'El cine no ha muerto', se hizo en el Cementerio Central y le dieron una lápida conmemorativa. El director volvió a sonar, los cinéfilos, sobre todo los más jóvenes, se interesaron por su trabajo, lo resucitaron. "Jairo Pinilla pasó de ser un director oculto a un director de culto", resume Hugo Chaparro.

Tan, tan, tan, taaaan

Crash, crash, crash. El director devora una pechuga de pollo broaster, se dobla sobre el plato, despedaza la presa y engulle con fruición. Luego bebe gaseosa. Glup. De un sorbo desocupa el vaso, se limpia con una servilleta. Sentado y con un arrume de huesos al frente, Jairo es un viejo carnívoro satisfecho, un hombre que sonríe y que ahora hace planes.

"Voy a ser el primero en hacer una película en tercera dimensión con actores en Colombia", dice y se levanta, lava sus manos, se pone un cigarrillo en la boca, entra al cuarto de edición y saca una caja azul que contiene la cámara 3D que compró el año pasado. La muestra con orgullo infantil.

El título lo tiene: La sombra de la muerte. La hará con estudiantes del Politécnico y asegura que será "la machera", aunque todavía no sabe de dónde sacará el dinero. Pero eso no importa, nunca ha importado. Pinilla termina su historia con un final digno de serie B: continuará.

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miércoles, 14 de marzo de 2012

En la comuna 13 de Medellín preparan gratis a bachilleres para la 'U'.

En seis años, 1.300 jóvenes pobres han pasado por Preunycom 13, un preuniversitario social.

Todo está listo para que en los próximos días el artista urbano Jhol Ferley Ciro ingrese al pregrado de ciencia política de la Universidad de Antioquia.

Tras cinco intentos fallidos fue admitido el año pasado luego de prepararse durante tres meses en el preuniversitario coordinado por la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), con sede en San Javier, en la Comuna 13 de Medellín.

Ciro, de 22 años, egresado de la Institución Educativa La Independencia, del barrio El Salado, nunca tuvo con qué matricularse en uno de los publicitados preuniversitarios de la ciudad, que oscilan entre los 500 y 600 mil pesos.

Con su sueño latente, no dudó en aceptar la recomendación que le hicieron varios de sus amigos que ya estudiaban en la Alma Máter y habían logrado pasar.

De acuerdo con este rapero y futuro politólogo, con sus amigos profesores reforzó mucho el razonamiento lógico, que era su debilidad, y se llenó de fortaleza y energía para pasar a la Universidad.

"Mi reto es formarme bien para seguir contribuyendo con el desarrollo comunitario desde la Red Uniendo Sueños de la Comuna, y en el Colectivo Juventud, Memoria y Paz, del IPC, grupos a los que pertenezco", dice.

Este proyecto, de prepar a los jóvenes de la coumna 13 para la universidad, fue iniciado por cinco universitarios a quienes la ACJ les había financiado un preuniversitario particular.

A ellos les propusieron realizar un voluntariado para preparar un grupo más amplio de bachilleres interesados en ingresar a la universidad, con la condición de que fueran de escasos recursos económicos y que tuvieran la presión de sus familiares para buscar trabajo.

Alexandra Castrillón es la directora de la ACJ. Hace dos semanas crearon cinco nuevos grupos con 150 jóvenes que sueñan con ser profesionales, luego de hacer la motivación en varias instituciones educativas de la zona.

Desde el 2005 alrededor de 1.300 jóvenes han participado de este proyecto. Ellos sólo invierten 30 mil pesos para el pago de los módulos, elaborados por los ya universitarios, y con lo que queda se pagan los derechos de inscripción al examen de admisión de los estudiantes más sobresaliente.

"Aunque no podemos medir con exactitud cuántos han pasado a la universidad, pues algunos no terminan el proceso o no lo hacen a conciencia, y otros no presentan la prueba, cerca de 300 muchachos ahora están haciendo diversas carreras, y ya hay un decena de profesionales", sostiene Luis Carlos Sánchez, exalumno y uno de los nueve docentes del preuniversatario de la comuna (Preunycom,) estudiante de química farmacéutica y que además trabaja en una farmacia.

Según la directora de la ACJ, institución fundada en en 1974 y que no pertenece a ningún credo, se han preocupado porque los jóvenes reciban una formación integral, que se vea reflejado en la convivencia en sus barrios.

Óscar Andrés Sánchez Á.
Para EL TIEMPO

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viernes, 9 de marzo de 2012

Sobreviviente de desastre en mina de Antioquia narra como se salvó

El minero Norberto Ruiz cuenta los momentos de angustia por los que pasó mientras estaba sepultado.

La imagen de su hijo de cuatro meses impulsó a Norberto Ruiz a luchar contra el agua, las rocas y el lodo que el pasado martes sepultaron a nueve de sus compañeros en una mina de la vereda La Clara, en Angelópolis (Antioquia).

Pese al sentimiento de felicidad tras abrazar de nuevo a su pequeño, Norberto, quien milagrosamente pudo hacerle el quite a la muerte, no ocultó su tristeza por la pérdida de sus compañeros.

Ese dolor lo hizo volver el jueves a la mina El Desespero, donde se sentó junto al resto de familiares de los nueve mineros que permanecían en el interior del socavón a pasar las horas mientras los 40 rescatistas intentaban ubicar los cadáveres.

"Quiero verlos otra vez, así estén muertos", dijo mientras enseñaba las heridas marcadas en su cuerpo a causa de su lucha por salir de las entrañas de la montaña.

Iban a ser las 4:00 de la tarde del pasado martes. Ni Norberto ni sus nueve compañeros sabían si afuera hacía sol o llovía. Estaban 250 metros bajo tierra cuando una avalancha subterránea se les vino encima. "¡Un chiflón, un chiflón!", empezaron a gritar.

Se cogieron de las manos -algunos de la ropa- y lucharon unos minutos contra la corriente.

'No dijo nada, solo lloraba'

No habían subido cinco metros por el socavón cuando una palizada los golpeó con fuerza. Solo dos quedaron en pie: Norberto y Mario Esteban Duque; y se miraron.

"No me dijo nada, solo lloraba, se sostuvo de una roca hasta que la corriente lo arrastró", recordó Ruiz, un joven de 21 años, quien se aferró fuertemente a los cables que conducen electricidad a lo profundo de la mina.

Pegado de ese cable -y a veces nadando-, Norberto recorrió unos 100 metros hasta tocar tierra firme. Cada vez que desfalleció, la imagen de su bebé lo hacía sacar fuerzas de donde no las tenía. "Tardé 20 minutos en salir", dijo.

Ese relato del único sobreviviente de una tragedia anunciada -pues esa mina había sido sellada por el Ingeominas en julio del 2011 por problemas de seguridad- es la única información con la que cuentan los organismos de socorro para seguir buscando los cuerpos que, hasta anoche, parece que se los hubiera tragado la tierra.

Y Norberto, quien no se movió del sitio, solo pudo ver cómo en una bolsa blanca sacaron a Víctor Hugo Quiceno, quien hasta el cierre de esta edición había sido el único rescatado.

"Es que cuando uno se mete a una mina tiene a sus espaldas la muerte, eso lo sabíamos todos, pero yo fui el que me salvé", concluyó.

Ministro de minas reprocha falta de solidaridad

El ministro de Minas y Energía, Mauricio Cárdenas Santa María, aseguró que el accidente en la mina de Angelópolis ocurrió en un yacimiento ilegal.

El funcionario dijo que honestamente le produjo mucha tristeza oír al empresario dueño de la mina, porque le notó muy poca preocupación por la situación de los mineros que estaban allá.

"No podemos aceptar este tipo de prácticas, y sobre una actitud que demuestra poca solidaridad. Realmente quedé aterrado", señaló Cárdenas.

A pesar de que Arnulfo Velásquez, propietario de la mina, mostró unos documentos en los que consta que tendría permiso para explotar esa área, la secretaria de Minas de Antioquia, Claudia Cadavid, desmintió la versión.

"Lo que tiene es un título minero de exploración, mas no de explotación. Para eso se debe cumplir con unos requisitos técnicos explícitos en el Programa de Trabajo y Obras (PTO), que lo valida (...) y este no lo tenía", aseguró la funcionaria. Cadavid no descarta que la mina sea sellada luego del rescate de todas las víctimas. "Estamos investigando para tomar una determinación", dijo la Secretaria.

Rescate de cuerpos

Ya se encontraron todos los cuerpos, los últimos hallados fueron los de Róbinson Bustamante y Esteban Duque. Los mineros que quedaron sepultados eran: Jesús Gallego, de 58 años; Jhonny Rojas, de 38; Dairon Zapata, de 43; Juan Carlos Restrepo, de 21; Esteban Duque, de 18; Juan Botero, de 28, y los hermanos Víctor y Róbinson Bustamante Marín.

Yeison Gualdrón
Enviado Especial de EL TIEMPO
Angelópolis (Antioquia).

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