La captura y muerte de Muamar Gadafi, anunciada por el proclamado Consejo Nacional de Transición (CNT), abre las posibilidades para que Libia se ahogue en una guerra civil que había comenzado con el ascenso al poder de los rebeldes. Esto sólo se había logrado con el polémico y mal gestionado auspicio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan).
Según Mohammed Leit, comandante militar del CNT en Misrata y quien se habría trasladado a Sirte, Gadafi estaría "herido seriamente".
Las consecuencias más visibles que se desprenden del hecho son dos: de un lado, la confirmación de que una reconciliación urgente en Libia es cada vez más remota y de otro, la exacerbación de la guerra civil que por meses ha golpeado duramente a los habitantes libios.
La captura y eventual muerte del ex líder libio cierra las posibilidades de la reconciliación entre dos bandos que han combatido durante meses.
El hecho de que el sector fiel a Gadafi carezca de su líder natural complica las interlocuciones que son necesarias ahora más que nunca. En el pasado reciente otro casos han demostrado que la administración de justicia en un escenario de post conflicto o conflicto no puede ser confundida con la venganza.
Para la muestra está el caso iraquí, en el que es flagrante que se ha perseguido políticamente a miembros de la comunidad chiíta y a algunos políticos que acompañaron al régimen de Hussein.
Hace algunos meses los familiares de Tariq Aziz, ex vice primer ministro iraquí, denunciaron una campaña de persecución desde las cortes contra algunos miembros de la comunidad chiíta que empantana un eventual post-conflicto y reconciliación iraquí.
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