viernes, 12 de agosto de 2011

San Victorino, de nuevo presa del caos y el desorden

La popular plazoleta está en crisis: prostitución, vandalismo, droga y basuras son sus males.

La plazoleta de San Victorino, ese generoso espacio público recuperado que con tanto orgullo inauguró el entonces alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa en el 2000, atraviesa por una crisis de grandes proporciones.

En primera medida, el estado de uno de sus símbolos, La Mariposa, del maestro Édgar Negret, se encuentra en un deplorable estado de olvido.

La bella figura de tonos azules ha sido blanco de los vándalos, que han manchado con dibujos sus láminas. En su pedestal los incultos se orinan y los transeúntes arrojan basura. Nadie respeta la obra de Negret, que se había convertido, en los últimos años, en un símbolo de renovación urbana de la ciudad.

Además de las basuras, los grafitis y los malos olores, una nueva enfermedad padece el sector: la prostitución.
A las 10 de la mañana, camufladas entre los lustrabotas, los vendedores de paletas y otros ambulantes, mujeres de entre 18 y 50 años venden su cuerpo en la zona, más exactamente en cercanías del monumento.

"Yo cobró 25 mil pesos, pero tendríamos que ir a una residencia en la calle 13 con 15", dice una trabajadora sexual, que ejerce ese oficio junto a tres mujeres más.

A las 4 de la tarde, el número de prostitutas crece. Se pueden identificar hasta unas 10, que ofrecen el servicio en moteles, residencias y piezas de la zona.

Una de ellas afirma, sin recato, que "en La Mariposa también se puede conseguir marihuana y perico o, si no, vamos a la L".

Esta declaración se ajusta a lo expresado por los comerciantes de San Victorino, que se declaran cansados de la venta y consumo de estupefacientes en la plazoleta.

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